I am my best friend and my worst enemy

¿Recuerdas aquellos dibujos animados en los que el prota cuando pensaba… le aparecían a cada lado de la cabeza un angelito y un demonio? Los dos le hablaban, intentando llevárselos a su terreno. Hazlo, no lo hagas, y que más da… ?, piensa lo que puede pasar, …

Estos dos son los que hacen que no quieras montarte en una atracción o que saltes en paracaídas, que intentes las cosas una y otra vez o que tires la toalla, que no digas las cosas por no molestar, que las digas por molestar, que te plantees si ¿ceno ligero? o ¿Qué más da? un día es un día… no digas nada, hum… no aguanto los silencios…, ¿llamo? ¿no llamo por si molesto?

Y, claro está, no siempre se les escucha alto y claro, es decir, no siempre somos conscientes de que cada uno tira con fuerza de nuestras decisiones y de nuestras palabras… Y tras muchos años, les hemos asignado una tarea, un rol.

Si los tomamos como “angelitos” y “diablillos” va bien, que gane uno o el otro. Si somos buenazos por naturaleza un poco de colmillo afilado no viene mal de vez en cuando. Y si somos de naturaleza desconfiada o picona, tampoco perjudica buscar o ver la bondad en lo que nos rodea.

Y si.. al bueno lo ponemos del lado de las oportunidades, a pesar de ver el riesgo sabrás sacarle la ventaja. Sin embargo, si ponemos al malo al lado de las oportunidades, scuederá que a pesar de decidir hacer algo, te frenarán (por tener una pelea) y provocarán que no salga.

 

Decide dónde los pones, o cómo los llamas. Decídete por el bueno, muéveles hoy, hazles cambiar si no lo has hecho. Hace más fácil capear el temporal inevitable, es más fácil que echen una mano a quien hoy por algún motivo ha tenido que enviar al “angelito” de vacaciones.

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