Practicar el desapego lo llaman. Ejercicio cultivado por algunos tras sesiones de mindfulness, tras la búsqueda del equilibrio. Llegamos a probar temas de relajación y relativización cuando nuestras cabezas dicen basta, cuando la concentración nos es materialmente imposible. Hemos probado deportes de alto y bajo impacto, tilas, paseos, contar hasta 1.000 y … parece que nada nos calma.
Y es que ocupamos nuestra mente con un millón de cosas, dos millones de aspiraciones y otro tanto de decepciones. Paradójico vacío en una mente repleta. Y lo que la mente a veces no cubre, buscamos ocuparlo con elementos materiales. Adquirir, acumular, mantener, mantener…
Conozco quien cada vez que compra una prenda se obliga a sacar otra del armario (para que no regrese, claro está), conozco a quien acumula y acumula por si acaso en algún momento .. y tras muchos años sigue sin usar nada de lo conservado, conozco quien acumula contactos en redes sociales, en la agenda del teléfono, conozco quien tiene una agenda repleta de verdaderos compromisos personales por si algún día…
Leía hace unos días en una red social un post de alguien que reflexionaba de que le servían 10.000 contactos con los que no se comunicaba, que no le aportaban.. que hacía saber que empezaría a reducir su agenda. Higienizar agendas = Liberar espacio = Practicar el desapego físico, digital y emocional.
No es fácil (como los cambios que se precian) pero cuando empiezas a perder el miedo a perder, cuando dejas que lo que ya hace mucho tiempo no tiene sitio en tu vida se vaya y no sientes la necesidad inmediata de llenar el vacío es cuando vas necesitando menos, es cuando de una manera fantástica se hace sitio para grandes cosas. Cuando encuentras lo que habías perdido, lo verdaderamente importante, y éste ocupa el lugar que le corresponde tu mente poco a poco, se despeja, se centra, se focaliza.