No tengo tiempo, no me da la vida
Necesito más recursos
No tengo suficiente formación
Necesito ayuda, necesito manos
Los elementos están en mi contra
Los demás no entienden todo lo que tengo que hacer
Yo he conseguido, yo he hecho
Yo te envío, yo te cuento
Lo que yo hago es crítico
Todo lo que tengo que hacer
Nadie más se encuentra en mi situación
Mi caso es distinto
Yo. No. Necesito, Así no puedo… Ya. Una y otra vez, mismo fondo, distinta fórmula.
El yo, a mí,… existe para todos. Sólo que el volumen nunca es el mismo.
Reducir este volumen al mínimo, casi rozando el susurro, el murmullo, permite mejor equilibrio, que se logre escuchar a quien habla tan bajito que parece no tener nunca problemas o dificultades.
Reducir el volumen aplica tanto a quien habla alto, como a quien presta oídos a tanto infortunio, y quizás más a este segundo grupo. Si al que constantemente usa el no puedo, no tengo, necesito… se le da de manera recurrente ayuda y atención, obligamos a que el resto grite. Y hay quien, por más que quiera, habla bajito, no sabe hablar a gritos.
Procura no hablar siempre tan alto. Intenta bajar el volumen si eres quien escucha. Trabaja para el sí, para el rendimiento máximo. Permite que se puedan oír otras canciones, permite que suenen otros temas que también puedan ser importantes.