The hare and the turtle

Cada uno de nosotros tiene un ritmo vital (un orden interno) distinto que podemos clasificar en: impaciente, lento y tranquilo. Cuando nos planteamos una meta ya sea profesional o personal nuestra personalidad, lógicamente, determinará cuando y cómo lleguemos a ella.

Partiendo de la premisa que ya nos hemos fijado una meta encontraremos lo siguiente al recorrer el camino:

liebre

Los impacientes (liebres) no pueden perder tiempo en alcanzarla, se cansan, se aburren con la rutina, con aquellas etapas que requieren tiempo de trabajo rutinario, de aprendizaje… Se distraerán con novedades por el camino. Se alterarán con los obstáculos que les retrasan.

col

Los lentos (coles) tardan infinito en tomar una decisión y dar un paso. En ocasiones no llegan ni a darlos. La meta se encuentra muy lejos y cuanto más pasa el tiempo más lejos la ven y corren el peligro de quedarse atrapados en la comodidad del primer paso del camino o de ser adelantados.

tortuga

En cambio, los tranquilos (tortugas) andan, sin prisa pero sin pausa el camino. No se distraen, no se desvían. Asumen que habrá que parar durante un tiempo, el que sea necesario, toman los obstáculos con paciencia. Trabajan, aprenden, se mueven.

Como en la fábula, aquellos que son pacientes y dan un paso tras otro sin perder el foco del objetivo son los que seguramente acaben llegando a la meta que se fijaron sin haberse desviado (o lo menos posible). Y lo harán antes que los impacientes y, por supuesto, de los lentos o incapaces de pasar a la acción.

Cuando no somos capaces de integrar el componente tranquilo por nosotros mismos (desacelerar o acelerar un poco) es bueno tener a alguien que nos compense o empuje.

 

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